domingo, 9 de noviembre de 2014

“CREO QUE ACABARÁ SIENDO TODO AUTOMATICO”


Humbert Pérez, Francesc, 30 años, natural de Sabadell y trabajador del Imperial desde que este abrió sus puertas, expone que la nueva era digital puede ser el primer paso hacia una manera diferente de ver el negocio

La perspectiva de Francesc Humbert, conocedor del sector tras 11 años trabajando en el Imperial, es que viajamos hacia un nuevo concepto de cine donde se potenciaría cada vez más un autoservicio. A su juicio, de suceder en Sabadell este hecho, en beneficio del negocio y en detrimento de la plantilla y del trato personalizado con el público, una sala con una carga tradicional  tan grande debería reinventarse una vez más, ya que en ella prima el  trato con el cliente, algo habitualmente agradecido por el mismo.


   Para Francesc Humbert el trabajo de cara al público hace necesario además de prestar un servicio de la mejor manera en la medida de lo posible, añadir un plus que permita sentirse cómodo al cliente. Sin embargo y como nos explica, el hecho de que en los últimos años asista un porcentaje menor de espectadores a las salas unido a la llegada de la nueva maquinara digital, con los consecuentes cambios que produce en la figura del operador que quedará prácticamente desfasada liberándole de unos hábitos complejos y relegándolo prácticamente a una supervisión, son dos motivos de peso para pensar en un cambio. Como ha ido sucediendo progresivamente durante el transcurso de su vida laboral, donde la plantilla se ha visto afectada y ha reducido sustancialmente en número, es planteable en las nuevas fechas hasta qué punto puede pasar a ser poco necesaria y alcanzarse así un nuevo modelo donde prime el autoservicio. “Será como en las estaciones, solo con alguien vigilando que nadie se cuele y adquiriendo todo por cajero automático incluso los productos del bar”.
 
   Pero ante esta visión futura de negocio puede oponerse fuertemente la tradición de un público que según su experiencia aboga por un trato en numerosas ocasiones personalizado. Cree que Sabadell no es una urbe tan masificada y cosmopolita como Barcelona y que este hecho hace que la ciudad se asemeje, y más en un lugar como el centro histórico de la misma, a un pueblo, donde para mucha gente el trato prima por encima del ocio. Añade “Tengo compañeras que saben lo que quiere cada cliente, hasta el punto de tenerlo preparado para servirle cuando llega su turno”. Múltiples combinaciones para una variedad de gustos que va desde productos concretos hasta refrescos con más o menos cantidad de hielo, y manera de servir las palomitas.


   Aunque en 11 años le ha dado tiempo a hacer prácticamente de todo en el cine, desde la taquilla donde habitualmente se encuentra ahora, también colabora en ese trato personal, ya que es la última persona con la que el cliente habla antes de decidir a qué sala dirigirse en caso de tener dudas. Numerosas son las recomendaciones que ha realizado, bien porque ha visto las cintas, bien porque otros compañeros lo han hecho o simplemente por el conocimiento adquirido a lo largo de los años que le hacen saber que se consume más y de qué manera. No obstante, no todo sirve para todos los públicos y existe una cartera de clientes habituales de los cuáles ya conoce que tipo de cine buscan consumir y por lo tanto adapta sus recomendaciones a los criterios que estos manejan, algo que se perdería totalmente en el marco del autoservicio. Aporta además que le resultan muy interesantes las opiniones posteriores de algunos de los clientes que se dirigen hacia su puesto de trabajo una vez finalizada la sesión para decirle que opinan y en general para agradecer su recomendación, algo que suele ser frecuente cuando ha influido de alguna manera en la decisión anteriormente tomada por el cliente. El único inconveniente que puede encontrar si le preguntan directamente por la cartelera, es la cola que exista en ese momento, ya que a pesar de la buena disposición para con unos el tiempo de espera del resto aumentaría y proporcionalmente el buen hacer se vería desequilibrado. A pesar de ello son muy comunes las personas que necesitan una última valoración antes de dirigirse a las salas. Es curioso como cuenta que el aspecto de un porcentaje bastante amplio los espectadores somos un fiel reflejo del cine que consumimos y que es habitual intuir de antemano para que sala van a pedir las entradas. Cuenta que “Cuando éramos dos en taquilla y se acercaba alguien nos mirábamos y decíamos 7 o 2 y más o menos acertabas casi siempre”. Eso se debe a que “Cuando durante muchos años acostumbras a ver clientes a todas horas, acabas por crear una base de datos mental”.   


 Los inicios, los mitos y la crisis

 
   Para aquellos que se pregunten si es necesario para trabajar en un cine que te guste el mismo, Francesc recomienda que en la medida de lo posible así sea, puesto que será mucho más llevadero dirigirte al trabajo, sin embargo cree que no es necesario tener unos conocimientos amplios sobre este y que los mismos se adquieren con el paso de los años. Antes de empezar a trabajar intentaba asistir al cine al menos una vez por semana con sus amigos pero no conocía mucho más que los actores y películas más conocidas. No fue hasta su entrada, con la apertura del Imperial, cuando empezó a conocer más a fondo el mercado que estaba trabajando y aunque no le gusta considerarse experto no obvia que ha aprendido muchísimo de compañeros en particular y de gente en general así como de su propia experiencia, algo que va en beneficio propio y del personal al que atiende que sabe vislumbrar si es o no conocedor de la materia.
 
   Porque cuando empezó a trabajar la plantilla era mucho mayor y las aportaciones diarias de compañeros innumerables. Pero las épocas de bonanza terminaron, algo que recuerda con nostalgia ya que en ese tiempo ha visto pasar a mucha gente y guarda gratos recuerdos, “He vivido experiencias muy bonitas y divertidas, hay gente con la que todavía nos vemos y quedamos y tengo muchos colegas íntimos que conocí allí”. Refleja que “Cuando abrimos éramos 10 u 11 porteros (cortar entradas y vigilar salas) y 8 chicas en el bar” algo que hoy es impensable. En once años se ha pasado de tener las tres barras de bar (1 por piso) abiertas a solo la central y con una o dos personas y de un vigilante por sala a uno entre semana y dos los sábados y domingos para las once salas. Se ha pasado de un punto a otro de manera progresiva hasta una caída grande de espectadores en los últimos años, debido según su pensamiento, a la subida del IVA cultural “algo que pilló a todo el mundo en bragas” y al avance informático brutal vivido en los últimos tiempos y que potencia las descargas de películas. En este último punto está de acuerdo con el crecimiento de algo que se conoce vulgarmente con la terminología de “películas para ver en casa” potenciado por internet, ya que a menor disposición cree que habría mayor asistencia ya que “cuando llega un gran estreno o buenas películas de acción se nota que a todo el mundo le gusta la pantalla grande y la calidad de imagen y sonido” y se refleja en la asistencia.
 
   Pese a seguir trabajando en el Imperial y no plantearse hasta cuánto durará debido al contexto en que vivimos y al respeto que tiene por su trabajo y pese a que volvería a empezar en el cine si volviera 11 años atrás porque considera que ha tenido una buena juventud de la mano de este, Francesc responde a los mitos que se plantean en torno a él con naturalidad y no deja de verlo como se ve en la sociedad, como un trabajo que debe de hacerse de manera temporal para ayudar mientras se buscan unos objetivos y unas metas laborales mayores.

   Entre los mitos más populares sobre el trabajo en el cine también explica que aunque se crea que puede disfrutarse a todas horas de ver películas no es bien bien así. Aunque si es cierto que en ocasiones, y según la cantidad de trabajo, puede estar en alguna sala, no lo es menos que no da tiempo real a hacer consumo de cine, porque este siempre es interrumpido por el propio trabajo. Además cuando las películas son apetecibles es preferible esperar para disfrutarlas. De hecho a las salas se debe entrar unos minutos antes de finalizar el pase, y para este tipo de films de mayor atractivo suelen tener cuidado y esperar a los créditos para no ver el final. En cuanto a la invitación con acompañante ofrecida a los trabajadores, se disfruta poco, ya que no es habitual aprovechar un día festivo para ir a tu puesto de trabajo y menos como sucede en su caso, si esos días festivos son coincidentes con el fin de semana. No obstante reconoce que hace años que no paga por asistir al cine porque si va lo hace al Imperial.

   En cuanto al trabajo reconoce que “no es muy duro, es llevadero y es cómodo” aspectos que tampoco le llevan a iniciar por ahora una nueva aventura laboral.



 

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